En la Península de Yucatán floreció una de las más excepcionales culturas mesoamericanas: la cultura maya. Como todos los pueblos del mundo, los mayas elaboraron una mitología plena de dioses y diosas que representaban elementos de la naturaleza y conceptos abstractos. De entre este enorme panteón maya, destaca una diosa llamada Ixchel, “la blanca”, esposa de uno de los dioses más importantes de la mitología: Itzamná, dios todopoderoso creador del mundo. Estos magníficos dioses tuvieron trece hijos: Yum Kaax, dios del maíz; Ek Chuah, dios del cacao, la guerra y benefactor de los mercaderes, y los dioses de los sacrificios y de las estrellas.
Además, tuvieron hijas que fueron las diosas del paraíso, las aguas y la noche. Ixchel fue la Diosa de la Luna. Se la presentaba como una diosa vieja, fea y mala, que disfrutaba vaciando odres de cólera y maldad sobre el mundo; podía dar vida a los seres y a la naturaleza, regía el nacimiento de los niños y tenía la capacidad de curar. Enviaba a la Tierra las inundaciones y las tormentas que causaban graves daños. En esta advocación, se la representaba rodeada de símbolos de la muerte y la destrucción, con una serpiente enrollada al cuello y a la cabeza, y adornada de osamentas humanas; sus pies estaban formados por garras amenazadoras. Asimismo, suele aparecer tejiendo el telar de cintura, del cual fue la inventora, y se afirma que estaba tejiendo cuando atrajo la atención de su marido, el Sol. Como era la suprema tejedora, Ixchel estaba asociada a la Araña, cuya tela simbolizaba su placenta, ya que la Araña crea el hilo de la vida, a la manera de un cordón umbilical.
A Ixchel se la adoraba en un templo que se localizaba en Dcuzamil de la provincia de Ecab, al cual los peregrinos acudían en canoas para pedirle les dijera los oráculos, pues la diosa era famosa por lo acertada. No faltaban las peregrinas que pedían a la diosa la capacidad de tener muchos hijos, tantos como sus maridos quisieran. Agradecida, Ixchel tomaba bajo su protección a los fieles que la visitaban en su templo cargados de ofrendas de flores y comida. Otro de sus adoratorios se encontraba en la Punta Sur de Isla Mujeres, en un elevado acantilado, desde donde se podía ver un hermoso arco iris, fenómeno natural del cual Ixchel fue también deidad. Cuando alguna mujer daba a luz, las hechiceras acudían a la casa de la parturienta y depositaban una estatuilla de la diosa debajo de la cama de la recién parida. El mito nos dice que de ahí viene el nombre de la isla, ya que los españoles, al llegar a ella y ver una gran cantidad de estatuas pequeñas de la diosa, la llamaron Isla Mujeres. En su advocación de diosa de los partos se la llamó Sinal, cuyo significado alude a la capacidad de dar a luz.
La diosa Luna vivía en el Ahua, o cielo de los mayas, localizado en el cosmos, formado por nueve niveles y sostenido por cuatro dioses: los bacabs. Tales niveles, orientados en cuatro direcciones, se representaban por colores: al rojo correspondía el este; el amarillo al sur; el oeste era negro; y el norte simbolizaba el color blanco. Al centro, se erigía la gran Ceiba Sagrada.
Sonia Iglesias y Cabrera