Los chauk, llamados también anhel, viven en cuevas y son dueño de la lluvia y el viento. Cuando relampaguea es porque los chauk salieron de sus cuevas. Para hacer llover, vierten agua de una olla hasta la Tierra. Cuando sopla el viento, se debe a que los diosesitos respiran en la cueva. Toda fuente de agua cuenta con un chauk. Ellos también son los dueños de los animales de la selva, permiten a los hombres cazarlos de vez en vez. En sus casas, vigiladas por culebras, serpientes, sapos y ranas, viven sus hijos y sus empleados; como bancos utilizan armadillos y tepezcuintes.
Cada 3 de mayo, día de la Santa Cruz, los tzotziles de Larraizan, Chiapas, acuden a las cuevas en procesión a rezar a los chauk en a las cruces que se encuentran frente a las cavernas, para que les proporcionen una buena temporada de lluvias y, por ende, una satisfactoria cosecha de maíz. Los fieles encienden cuetes y fuego de artífico, se bebe mucho aguardiente y se come sabroso.
Para los tzotziles de San Pedro Chenalhó, Chiapas, Chauk (Anhel) es el dios de la lluvia y el agua, dueño de las montañas, el rayo y las milpas que crecen en la laderas de sus montañas, a las que benefician más que a las otras. Este dios dio a los tzotziles el maíz, por lo que se le asocia con el alimento, con el sustento. Vive en el interior de una montaña a la que se accede por una cueva que vigila una rana. Se sienta sobre una serpiente. Cuando Anhel toca el tambor, se producen los rayos. El dios tiene una hija llamada X’ob, la Madre del Maíz. Cuando alguna persona se porta mal, Chuak se encarga de matarlo con un rayo. Los indios tzotziles le rezan y se le ponen ofrendas en las cuevas, en las cimas de las montañas y en los manantiales en los rituales que se realizan tres veces al año. Hay muchos chauk, cada uno tiene su montaña y su cueva. Estos seres maravillosos se relacionan con los cuatro rumbos y los colores del universo; este, rojo; norte, blanco; oeste, negro; y sur, amarillo.
Sonia Iglesias y Cabrera