Una leyenda maya de Quintana Roo cuenta que los Zips son animales sobrenaturales, espíritus protectores de los venados.
Son pequeñitos, bonitos, y entre sus astas, poco desarrolladas, llevan sostenido un panal de abejas, con una abertura que forma una estrella.
Los Zips lloran como arrendajos de manchas azules. Cuando los cazadores van a ejercer su oficio, portan un talismán llamado tunich-ceh, “piedra de venado”, a fin de tener buena puntería para cazar a los venados. El talismán se encuentra en los intestinos de los venados, en formación calcárea.
El talismán es efectivo durante un año. Pero si los cazadores son ambiciosos y cazan más de los necesario y abusan del poder del talismán, los Zips castigan a los avorazados y les envían enfermedades por medio de los aires que dejan los venaditos al pasar, y afectan al pulmón, el estómago, los músculos y los huesos.
Para contrarrestar las enfermedades que mandan los Zips, los cazadores pueden preparar una buena comida con el algodón que está en las madrigueras de los marsupiales, y con hojas secas. Con la mezcla del algodón y las hojas, se forma una bolita que colocan en las escopetas. Pero esto no se hace frecuentemente, ya que los cazadores temen matar a un Zip, porque puede desatar la furia del Espíritu de los Vientos que es muy poderoso y puede escapar al conjuro de la bolita.
La adoración de los mayas al venado viene desde muy antiguo. Le llamaban Ceh, y era sagrado. Además de admirársele por su belleza, se le apreciaba por su notable agilidad. En aquel remoto tiempo antes de la llegada de los españoles se le consideraba el símbolo de la lluvia y, por ende, de la fertilidad de la tierra y de la renovación de la naturaleza; así pues, se le invocaba en rituales propiciatorios para que enviase el agua en los momentos de sequía.
Asimismo, Ceh simbolizaba la trayectoria del Sol, desde que se nace hasta que muere en un día. También se encontraba relacionado con la lluvia. Sonia Iglesias y Cabrera