En los Anales de Cuauhtitlan se asienta que en el año Nueve Tochtli murió el rey tolteca llamado Tlilcoatzin. A su muerte tomó su lugar Huémac, sacerdote de Quetzalcóatl, quien tenía como esposa a Coacueye, hechicera que había estudiado con un espíritu malvado en Coacueyecan. Como Huémac tuvo sus relaciones con Yáotl y Tezcatlipoca, fue destituido como sacerdote de Quetzalcóatl. En el año Siete Tochtli, hubo en Tula una tremenda hambruna y los dioses mencionados le pidieron a Huémac que diese a sus hijos para que fuesen sacrificados en Xochiquetzalyyapan.
Poco después, en el tiempo Trece Ácatl, el dios Yálotl dio comienzo a una guerra que se presagio por malos acontecimientos, por ejemplo un tolteca vio a una mujer que estaba arreglando las hojas de un maguey en un río, la mató, la desolló y se puso su piel. Los toltecas empezaron a decaer y decidieron irse a Cincoc, donde Huémac sacrificó al dios que adoraban a un hombre llamado Ce Cóatl. Los toltecas siguieron su camino y pasaron por Cuauhnénec, donde otra de las esposas de Huémac, Cuauhnene, dio a luz. Cuando corría el año de Siete Tochtli, Huémac decidió suicidarse ahorcándose en la cueva de Cincalco Chapoltepec. Siete años los toltecas estuvieron vagando, hasta que se asentaron.
Fray Bernardino de Sahagún nos relata en su Historia General de las cosas de la Nueva España que cuando Huémac aún reinaba, un nigromántico de nombre Titlacauan, iba caminando desnudo hasta que llegó a Tollan, donde ofreció los chiles que vendía, justamente frente al palacio donde vivía Huémac. La hermosa hija del tlatoani lo vio y quedó profundamente enamorada del joven y de su miembro viril. A causa de esa maravillosa visión, a la niña se le hinchó el cuerpo y cayó muy enferma. Cuándo Huémac pregunto a las dueñas que cuidaban a su hija la causa de tan extraña enfermedad, éstas le contestaron que había visto a un indio toueyo y su enfermedad era de amores. A fin de poner término a la tristeza y a la enfermedad de la muchacha, Huémac la casó con Titlacauan. Pero como no estaba muy de acuerdo con ese matrimonio, lo envió con los enanos y los cojos a pelear contra los indios de Zacatepec y de Coatepec, para que muriera en la guerra. Cuando estaban peleando contra los de Coatepec, todos abandonaron al toueyo, que a pesar de encontrarse solo no murió y mató a sus enemigos, Cuando regresó a Tula, Huémac lo recibió como a un valiente guerrero. A partir de entonces lo aceptó como yerno.
Otra anécdota acerca de la muerte de Huémac registrada en los Anales de Cuauhtinchan, nos cuenta que cuando era tlatoani de Tula, les ordenó a los nonohualcas que lo cuidaban, que le llevasen a su casa una mujer que tuviera cuatro palmas de caderas. Cuando se la llevaron, Huémac se dio cuenta que no tenía las medidas por él solicitadas y les reclamó. Los nonohualcas se enojaron ante el reclamo y decidieron pelear contra los toltecas al grito de ¡Muera Huémac! El rey huyó y se fue a refugiar a una cueva de Cincalco. Pero encontraron su escondite, lo sacaron y lo mataron a flechazos. Al morir el tlatoani, la ciudad de Tula cayó por unas amplias caderas no encontradas.
Un buen día, siendo rey de Tula Huémac, decidió jugar con los tlaloques, los dioses de la lluvia, al sagrado juego de pelota. Los jugadores decidieron que el equipo que ganase tendría como premio chalchihuites y plumas de quetzal. El vencedor fue Huémac y los tlaloques le entregaron elotes y hojas de maíz verde. Ante la burla, Huémac montó en cólera y exclamó: ¿Por ventura, eso es lo que gané? ¿Acaso no chalchihuites? ¿Acaso no plumas de quetzal? De mala gana los tlaloques le entregaron el premio acordado, pero rencorosos deciden molestarlo haciéndole pasar dificultades por no menos de cuatro años. Primero le enviaron una fuerte helada que quemó las cosechas y los frutos de la tierra; luego, provocaron un calor tremendo que ocasionó que los magueyes, los nopales y los árboles se secaran, todo se rompió a causa de ese espantoso calor, y los toltecas fenecieron de hambre.
A los cuatro años, los tlaloques aparecieron en Chapultepec y anunciaron que los toltecas se acabarían. Entonces, un sacerdote de Tláloc apareció en el lago de Chapultepec y le envió un mensaje a Huémac para que la hija de Tozcuecuex fuera sacrificada. Al oír el mensaje Huémac se puso muy triste, pero debía cumplir. Entonces envio a sus mensajeros para que trajesen a la jovencita Quetzalxotzin a la que sacrificaron después de ayunar por cuatro días. Los tlaloques pusieron su corazón en una jícara y dijeron: – ¡Aquí está lo que han de comer los mexicanos, porque ya se acabará el tolteca! Cuatro días estuvo lloviendo, y volvió a crecer la vegetación. Huémac se fue a Cincalco y murió.
Sonia Iglesias y Cabrera