Los Cuatrocientos Biznagas, dioses de las estrellas meridionales, fueron hijos de la diosa Coatlicue, patrona de la fertilidad, de la vida y de la muerte, y hermanos de los Centzon Mimixcoa, las estrellas septentrionales, y de Coyolxauhqui, la diosa lunar. El mito nos cuenta que cuando la diosa Coatlicue, la Madre Tierra, quedó embarazada por un plumón que le cayó en el pecho, los Centzon Huitznáhuac y Coyolxauhqui se indignaron y se enojaron ante este hecho que consideraron depravado. Entonces la diosa Coyolxauhqui llevó a sus hermanos hasta el cerro de Coatepec, donde se encontraba Coatlicue, para que le dieran muerte. Sin embargo, uno de ellos le avisó a Huitzilopochtli, que aún no había nacido, del espantoso proyecto que traían entre manos sus hermanos. Cuando los frustrados asesinos llegaron a Coatepec, el dios principal de los mexicas ya había nacido y se encontraba pertrechado y preparado para la guerra con un escudo y un xiuhcóatl, “serpiente de fuego”, pues nació adulto. Furioso contra la hermana instigadora, Huitzilopochtli procedió a desmembrar a Coyolxauhqui y a matar a los Centzon Huitznáhuac. Esta acción simboliza la llegada del Sol que hace desparecer del cielo nocturno a las estrellas.
Fray Bernardino de Sahagún nos relata en su libro Historia general de las cosas de Nueva España el final de la matanza:
Y dicho Huitzilopochtli levantóse y armóse y salió contra los dichos Centzon Huitznáhuac, persiguiéndoles y echando fuera de aquella sierra que se dice Coatepec, hasta abajo, pelendo contra ellos y cercando cuatro veces la dicha sierra, y los dichos indios Centzon Huitznáhauc no se pudieron defender… y así fueron vencidos y muchos de ellos murieron, y los dichos indios… rogaban y suplicaban… diciéndole que no los persiguiese y que se retrajese de la pelea, y el dicho Huitzilopochtli no quiso ni les consintió, hasta que casi todos los mató, y muy pocos escaparon y salieron huyendo de sus manos, y fueron a un lugar que se dice Huitzilampa, y les quitó y tomó muchos despojos y las armas que traían que se llamaban anecúhiotl.
Los Centzon Mimixcoa, Cuatrocientas Serpientes Flechas de Nubes, los dioses de las estrellas septentrionales, fueron también hijos de la diosa Coatlicue, hermanos de los Huitznáhuac y de la Coyolxauqui. Como sus hermanos estrellas vivían en el Ilhuícatl Cintlalco, Donde se mueven las Estrellas, segundo nivel vertical de los Trece Cielos resultado de la cabeza de Cipactli cuyo cuerpo sirvió a los dioses para dar forma al universo, junto a La vía Láctea, Tezcatlipoca Océlotl, la Osa Mayor, Citlaxonecuilli, la Osa menor, y Cólotl, la Constelación del Escorpión. Este Cielo se encuentra gobernado por Citlalicue, La de la Falda de Estrellas, la diosa de la estrellas hembras, y Citlaltónac, Brillo de Estrellas, dios de las estrellas masculinas. Esta pareja creadora de estrellas tuvieron como hijo a Técpatl, con forma de cuchillo, quien fuera arrojado del Cielo en que vivía por su hermano. Cayó en Chicomoztoc rompiéndose en mil seiscientos pedazos que se convirtieron en los dioses del panteón mexica.
Los Centzon Mimixcoa representaban la oscuridad y la estructura del universo, eran atentos y aguerridos, y observaban a los seres humanos desde el Cielo. A ellos los mexicas dedicaron un canto:
De Chicomoztoc enechizado,/ solo emprendí la marcha./ De Tzivactitlan enhechizado/solo emprendía la marcha./Yo ya nací, yo ya nací,/ con la flecha de mi cacto,/yo ya nací, yo ya nací,/con mi caja de red/ de una mano lo cojo, de una mano lo cojo./ Ah de su mano va a coger.
Sonia Iglesias y Cabrera