El Dios de la Muerte, Pitao Bezelao aparece en la cultura zapoteca desde sus inicios, pero alcanzó su mayor importancia durante el Período Postclásico. Fue tan conocido como Cociyo, el Dios del Rayo y de la lluvia. Pitao Bezelao también fue el dios de la masculinidad, el dios padre, dios del infierno, de la muerte, de las riquezas, la suerte, y las gallinas, abogado de la tierra y de la grana. El encargado de su culto fue el sumo sacerdote de Mitla, el huija tao. Como en esta ciudad se le tenía verdadera veneración y había muchas tumbas destinadas a los grandes señores y sus familias, la ciudad tomó el nombre de Lyobáa, “lugar de sepulturas”.
Pitao Bezelao estaba casado con Xonaxi Quecuya, la Madre Muerte, y con Coquí Bezelao. La primera era una deidad que traía la muerte. Se encargaba de recoger las almas de aquellos que morían en su presencia. Se la representaba con todos los insectos que ayudan a la descomposición de los cadáveres. En tanto que deidad femenina, siempre estaba embarazada; está dentada en todos sus orificios, los cuales representan la vagina de la tierra que devora a los seres humanos cuando se los sepulta. Coquí Bezelao, la otra esposa del dios, presenta atributos masculinos y femeninos: vagina y pene. Su madre, la diosa de la Tierra, Tlaltecuhtli, la engendró por medio de la partenogénesis; es decir, sin intervención masculina. Se la representa por medio de caracoles.
Pitao
A Pitao Bezelao se le adoraba en todo el Valle de Oaxaca, en sus ceremonias se sacrificaban hombres, niños, perros, gallinas, palomas, y codornices. Su centro ceremonial se encontraba en Mitla, precisamente en el llamado Salón de las Columnas. El dicho salón estaba dividido en dos áreas. En una de ellas se recibía a los feligreses de todas las clases sociales, y se llevaban a cabo los rituales y sacrificios al dios. En la segunda área, había cuatro cuartos situados alrededor de un patio, pintados de color rojo, aquí moraba el sacerdote del dios. Se unían las dos partes por medio de un pasillo. Los aposentos del sacerdote eran muy lujosos, y en ellos recibía a las nobles jóvenes vírgenes que le apetecía y que le traían de diversas poblaciones para que, una sola vez al año, disfrutase sexualmente con ellas. Si alguna de las mujeres llegaba a embarazarse, el hijo tomaría el puesto del padre como sacerdote.
Mitla era la puerta de entrada al Inframundo, al que conducían calles muy largas llenas de podredumbre y de malos olores. Se le representaba al dios como una calavera, con manos en forma de tenazas, orejeras de papel, y un cuchillo por nariz. A veces se le ve como un esqueleto con las rodillas flexionadas, la boca abierta, que lleva en su mano derecha un fémur humano, y en la otra mano un cuchillo para el sacrificio. Asimismo, se le representaba con arácnidos y lagartos, y con un enorme falo.
Pitao Bezelao presidía los rituales de los entierros de los nobles zapotecas. A la llegada de los españoles el cuto al dios de la muerte estaba en su apogeo, y duró hasta bien entrado el siglo XVII en las comunidades indígenas más apartadas del dominio hispano.
Sonia Iglesias y Cabrera