En Nuevo León, Monterrey, existe una leyenda que sucedió en la Casa Aramberri, localizada en el número 1026 de la Calle Silvestre Aramberri; en ella se relata que dos mujeres Antonia Lozano y Florencia Montemayor, madre e hija, murieron trágicamente.
Un cierto día Delfino Montemayor se fue a trabajar al amanecer y dejó a las dos mujeres solas, como era habitual. Al poco rato de haber partido su esposa, Antonia escuchó que llamaban a la puerta y fue abrirla. Recibió tres tremendos golpes en la cabeza y se desvaneció. Florinda se despertó al sentir que tres hombres la golpeaban y la violaban. Antonia regresó de su desmayo, acudió a la recámara de la hija y recibió tres cuchilladas en la garganta. Ambas fueron mutiladas. Cuando regresó el marido de Antonia se encontró con un macabro espectáculo, y se dio cuenta que en las uñas de las mujeres había carne y cabellos de los asesinos.
Cuando las autoridades empezaron con las investigaciones en la casa, notaron que el perico que era la mascota de Florinda, repetía sin cesar: ¡No me mates, Gabriel, no me mates! Gabriel era el nombre de un sobrino de la pareja. Atraparon al susodicho que confesó que junto con dos amigos habían perpetrado el crimen con el fin de robar. Al tratar de escapar, los asesinos fueron matados por la espalda en la Calle Zuazua del centro de la ciudad de Monterrey.
La leyenda cuenta que todas las noches en la casa se ven sombras, se escuchan los desgarradores lamentos de las asesinadas mujeres, y sus desesperados gritos de auxilio que nadie atendió. Las almas de las desafortunadas no han podido descansar en paz.
Sonia Iglesias y Cabrera