Epoca Colonial
Existe en la delegación de la villa de Bernal un cerro al que por su figura se le dio el título de La media Luna.
De regular altura y grandes y elevados acantilados; no presenta su capa exterior grandes bosques ni adornos naturales, pero como todo nuestro suelo, tiene hermosas leyendas tradicionales que se descienden de padres a hijos, hasta encontrar a alguien que se ocupe de trasladarlas al papel.
En el archivo donde constan los títulos y fundación del pueblo, se ve un hermoso rasgo de valor y patriotismo de una familia chichimeca, que debe perpetuarse para estimulo de las generaciones venideras.
Se acercaban los conquistadores procedentes de este pueblo de Querétaro, en donde en donde estaba de asiento el caudillo Conin con su ejército conquistador.
Un jefe de familia chichimeca oyó decir a sus congéneres que los conquistadores venían sometiendo a todos los de su rasa a la corona de Castilla de grado o por fuerza; y antes de perder su libertad y atar su consorte y su pequeño hijo a la cadena de la esclavitud, optó por perder la vida.
Así, pues, oyendo el estruendo de los conquistadores que se acercaban, tomó a su compañera y a su hijo, fuese al teocalli y frente a sus dioses de pie, ofrendó a su mujer y a su hijo justamente con unas palanganas de mastranto coronadas de cempasúchiles, a tiempo que la compañera de rodillas exhala tristes alaridos, ofrendando oloroso incienso y haciendo signos con el sahumador en dirección a sus dioses.
Se acercaban los hombres barbudos acaudillados por Conin y el indio héroe de mi leyenda, haciendo una reverencia de cuerpo ante aquellas deidades de tosco granito, dice a su compañera, tomando de la mano a su hijo: Bahá, bahá; néxti, néxti vamonos, vamonos, corre, presto.
Y con el semblante descompuesto por la tribulación de su espíritu, su larga cabellera descompuesta, la macana en su diestra y su hijo a la siniestra, se dirige al más alto acantilado del cerro cercano de La Media Luna, no sin dirigir a los conquistadores que le seguían, una mirada terrible y desafiadora.
Llegó al bordo del pináculo, seguido de cerca por sus perseguidores y levantando en alto los brazos ofrece a sus dioses aquel sacrificio, toma la compañera de la cintura y arrojándola al espacio exclama: −Bahá dada− Anda con dios−, incontinrnti toma a su hijo de igual manera y lo arroja al espacio, no sin derramar dos gruesas lágrimas que van también a confundirse en el espacio.
Aun no se oye el estruendo de la primera víctima al caer al fondo del barranco, cuando se ve ya en el espacio el pequeño cuerpo del hijo que le sigue.
Unos cuantos metros distancian a los conquistadores de nuestro héroe cuando éste, dando una última mirada de lejos al jacal que abrigó su primer amor y otra de rabia hacia los que pretendían privarlo de su libertad, se arrojó al espacio al tiempo que dos fuertes choques macabros, seguido uno dl otro, dejáronse escuchar,
repetidos por el eco de los elevados acantilados… eran producidos por el choque de su esposa y su hijo que habían llevado ala vanguardia el sacrificio… al llegar los conquistadores le seguían, al borde del precipicio, dejóse oír el último y más acentuado estruendo en el fondo del barranco, producido por el cuerpo de nuestro
héroe al chocar con una grande y escarpada peña.
Por un buen espacio de tiempo permanecieron los conquistadores contemplando aquel cuadro desolador que dejó en su mente para siempre grabada esta sentencia filosófica−patriota: Primero Muerto que Esclavo.