Una leyenda chichimeca del estado de Querétaro relata que durante la época de la conquista un padre de familia e importante guerrero que destacaba por su valor, escuchó que los conquistadores españoles se acercaban sometiendo a los indios, para beneficio de los reyes de España. Ante esta noticia, el indígena se dirigió al teocalli de su pueblo y ofrendó a su esposa y a su hijo a los dioses si no quedaba otro remedio, ya que era preferible morir que caer esclavo de los extranjeros invasores. El hombre, su esposa y su hijo llegaron al templo ofreciendo a los dioses coronas de cempasúchil, se hincaron, oraron, y ofrecieron sus incensarios llenos de copal hacia los cinco rumbos sagrados.
Mientras tanto, los soldados españoles se acercaban a la población cada vez más. Iban comandados por el capitán Conin que había formado su cuartel en la cercana ciudad de Querétaro.
Una vez terminados los rezos, el indio chichimeca, que iba armado con una macana, tomó de la mano a su esposa y a su hijo, y toda la familia se fue a toda prisa corriendo hasta el acantilado más alto del Cerro de la Media Luna. Los españoles los perseguían sin tregua. Al llegar al tope del cerro y con los soldados pisándole los talones, el indio chichimeca tomó a su mujer de la cintura y ofreciéndola a los dioses la arrojó por el acantilado. Mientras las lágrimas le corrían por los ojos, tomó a su pequeño hijo, y procedió a arrojarlo como había hecho con su querida esposa.
A punto de ser atrapado por los españoles, el valiente indio se echó por el precipicio, profiriendo un grito de odio que heló la sangre de sus mismos perseguidores, quienes alcanzaron a escuchar las palabras del hombre que gritó ya en agonía: – ¡Primero muertos que esclavos!
Sonia Iglesias y Cabrera