En el Municipo de Llera, en el estado de Tamaulipas, existía, hace más de un siglo un próspero rancho con muchas cabezas de ganado vacuno, manadas de yeguas unas con burro manadero que producían potrillos y mulitos. Había gallinas, patos, guajolotes, y muchos árboles de nogales, naranjos, limas, limones, aguacates y papayas. En ese rancho vivía un joven con su bella esposa. Él era todo un hombre de a caballo, y el mejor vaquero de la región. Había andado con Pedro José Méndez en la lucha contra los franceses invasores.
Ella era hermosa, nacida en Tampico, y hablaba varios idiomas. Una tarde de otoño, muerto de hambre y jalando un caballo que rengueaba con los cascos muy gastados, llegó un soldado de caballería que no era mexicano, pidió agua y comida. Una vez que se los dieron contó a la mujer en inglés: -Vengo huyendo de la guerra de los Estados Unidos, perdí todo menos el honor, voy a la Ciudad de México para enlistarme en el ejército, soy militar y no sé hacer otra cosa. Le dieron hospedaje y alimentación a él y su caballo. -Agarramos fuerzas y nos vamos, solía decir.
El soldado era acomedido y servicial, rajaba leña, cuidaba caballos, los herraba y les untaba manteca en los cascos. Platicaba mucho con la señora. En cierta ocasión, el ranchero los encontró muy juntos bajo un árbol, en el río. Celoso, a él le ató las manos por detrás y con la ayuda de sus vaqueros aventó la reata a la rama más alta, se la puso en el cuello y que lo colgó. A su esposa la corrió por infiel.
Fue tan grande el coraje y su vergüenza, que con una correa lazó las patas del difunto colgado, y la estiró con su caballo hasta que se desprendió la cabeza. Desde, en las noches de luna llena se ve cabalgando a galope tendido a un jinete sin cabeza que en la mano llevaba un sable. Para exorcisar al fantasma llegaron sacerdotes a bendecir todos aquellos lugares, pero los cascos se seguían escuchando en la oscuridad.
Cuando construyeron la vía del ferrocarril Tampico-Victoria allá por 1890, se cuenta que pasajeros y maquinistas al cruzar aquel tramo de la vía, escuchaban gritos en un idioma que no entendían. Algunas personas vieron junto al tren a un caballo que echaba chispas con sus cascos montado por un jinete sin cabeza.
Leyenda enviada por Francisco Javier Vázquez.