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Tamaulipas

La carreta que todos oían pero nadie veía

Corría el año de 1968…
La noche cayó desfallecida sobre las empedradas calles del barrio de Cantarranas. No había más señales de luces que las luciérnagas como faroles diminutos, casi inapreciables. Apenas se escuchaba el trayecto del agua deslizándose por las piedras del río San Marcos, mientras los fresnos y sabinos dilataban su espeso follaje, y en el ambiente comenzaban a brotar el aire fresco.
Al caer la tarde Don Félix Banda se despidió de Mencho el panadero, dirigiéndose a su casa ubicada cerca de la calle Melchor Ocampo. Era de no creerse. Por sí o por no, cerró bien los postigos de las ventanas y atracó las puertas con un barrote de ébano, sugiriendo a sus hijos que evitaran salir a esas horas “porque era noche de fantasmas”, al tiempo que  se dispuso a escuchar en la radio El Monje Loco, su programa favorito que transmitían por la XEW.
Poco antes de las once, cuando escucharon los ronquidos concluyendo que se había quedado dormido, los muchachos de Don Félix, con la despreocupada alegría de la juventud, salieron a platicar a la esquina de la cuadra desafiando las advertencias de su padre.
“¿Fantasmas? Esos son cuentos de viejos rucos y de ignorantes”, comentaron, mientras veían el cielo estrellado y se espantaban los mosquitos, abanicando las manos, cerca del rostro.
Cuando el reloj de la catedral del Sagrado Corazón anunció la media noche, los jóvenes, quienes se entretenían contándose historias y chismes, escucharon a lo lejos un sordo rechinido de carreta que golpeaba sus enormes ruedas metálicas sobre el empedrado de las calles. Luego invadió el ambiente un silencio sepulcral, mientras el viento dejaba de silbar y las ranas guardaron silencio. Entonces, prendieron sus linternas, y corrieron hacia donde se escuchaba la carreta, pero no vieron nada. Volvieron a la esquina y cuando se reponían del susto, a unos metros calle arriba, volvió el tétrico sonido pero ahora desplazándose rumbo a la panadería de Don Mencho, no sin antes retornar de nuevo la tranquilidad en aquél  espacio apartado del centro de la ciudad. Sin embargo, esto no fue suficiente  para atemorizar a los jóvenes deseosos de aventuras.
Varias noches los hijos de Don Félix y sus amigos trataron de descifrar aquél misterio, ocultándose entre los cercos de nopales para evitar ser descubiertos, por quien suponían era un noctámbulo conductor que deseaba jugarles una broma… pero fue inútil. Únicamente se escuchaba el ruido de la carreta.
Una tarde mientras comían, Don Félix  les comunicó a sus vástagos:
– No quisiera comentarlo, pero Mencho me platicó que la famosa carreta que se oye todas las noches pertenece a un señor que en 1938 fue asesinado a puñaladas por este rumbo, mientras acarreaba leña para sus panaderías. Desde entonces, el río San Marcos  esta conjurado.
Para colmo de males en ese tiempo sucedieron varios acontecimientos extraños. A Doña Albertina Reyes se le apareció un señor sin cabeza en el fondo de la noria, mientras intentaba sacar agua; y se asustó a tal grado que al correr a toda prisa tropezó cayendo sobre una nopalera. Bueno… eso es lo que dicen, por si o por no es mejor creerles. El caso es que la carreta siempre ha sido un misterio sin descifrar.

Leyenda enviada por Francisco Javier Vázquez

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