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Tradiciones

De cómo se fundó la Ciudad de Morelia

Nuño de Guzmán inició la conquista de Michoacán en 1521 sin enfrentar ninguna resistencia guerrera por parte de los indígenas debido a las amenazas que hiciese Cristóbal de Olid a la embajada que mandó el cazonci encabezada por  Cuiniarangari, de masacrar a todos los habitantes de Michoacán en caso de oposición de los indígenas.  El 25 de junio de 1522, Cristóbal de Olid con sus sanguinarias huestes españolas, tomó la ciudad de Tzintzuntzan, sin ninguna oposición de Tangaxoan Tzintzicha, el cazonci. Al darse cuenta de la barbarie de Olid, el cazonci, Tangaxoan II, atemorizado, huyó a Pátzcuaro, ocultándose del conquistador. Sin embargo, pronto resintió las amenazas del español y tuvo que someterse a todos sus caprichos y ambiciones, entregando oro a cambio de que el indígena conservara su puesto de gobernante de los p’urhépecha. Poco le duró el gusto, ya que en 1530, Nuño de Guzmán dio muerte a Tangaxoan quemándolo en la hoguera.

Consumada la conquista, en el año de 1531, llegaron los franciscanos Juan de San Miguel y Antonio de Lisboa, quienes evangelizaron a los naturales del valle de Guayangareo, conformándose así el primer asentamiento español: el Convento de Buenaventura. Dos años más tarde llegaba don Vasco de Quiroga con la finalidad de construir una ciudad para los españoles y defender a los indígenas de las vejaciones sufridas por Nuño de Guzmán. Don Vasco ubicó la ciudad española cerca de Tzintzuntzan, donde se constituyó un cabildo. El 8 de agosto de 1536, el rey Carlos V, autorizado por el Sumo Pontífice, redactó un documento para la creación del Obispado de Michoacán, de acuerdo a la Bula Illios Fulciti emitida por Pablo III. Un año después, por Cédula Real del 20 de septiembre, se ordenó la construcción de una Catedral en el lugar donde al obispo se pareciere mejor. No se pensaba en Tzintzuntzan, por los inconvenientes que presentaba, pero don Vasco tomó la iniciativa y decidió que el lugar apropiado para la edificación de la catedral fuera Pátzcuaro, uno de los barrios de Tzintzuntzan. Esta decisión no gustó a los españoles quienes opinaban que no había suficiente tierra para los cultivos y la cría de ganado; además de que alegaban que había muchos asentamientos indígenas.

Durante una visita del virrey de la Nueva España a Michoacán, don Antonio de Mendoza –quien gobernara en territorios mexicanos de 1535 a 1549-, los encomenderos españoles, inconformes, le expusieron su inconformidad diciéndole que no les parecía adecuada la construcción de la ciudad en Pátzcuaro. Así las cosas, los españoles le escribieron a la reina de España Juana, llamada la Loca, a fin de que la ciudad de Michoacán, se reubicara en Guayangareo; la reina dispuso entonces que se fundara la villa de los españoles en 1537, con el nombre de Valladolid, ciudad en la que se expidiera la Cedula Real de su fundación. La tal Cédula decía que en la villa deberían establecerse sesenta familias españolas y nueve religiosos, para “impedir los desmanes de la gente bárbara”. Así, el virrey visitó el valle de Guayangareo en 1540, y el 18 de mayo de 1541, a las ocho de la mañana, se fundó la villa de la Nueva Mechuacán, siendo los comisionados el escribano público y de Cabildo Alonso de Toledo y los jueces Juan de Alvarado, Luís de León Romano y Juan de Villaseñor quienes tomaron el Valle de Guayangareo y fundaron la mencionada ciudad: En el Valle que se dice de Guayamgareo, de la provincia de Mechoacán de esta Nueva España, encima de una loma llana e grande del dicho valle que está entre dos ríos, por la una parte hacia el sur el río que viene de Guayangareo, y por la otra parte hacia el norte el otro río grande que viene de Tiripetío, en miércoles diez y ocho días del mes de Mayo, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesú (sic)  Cristo de mil quinientos é cuarenta é un años, podía ser á hora de las ocho antes de medio día… para asentar y poblar la Ciudad de Mechoacán é repartir los solares a los vecinos que son é serán de aquí en adelante, con huertas é tierras para hacer sus heredades y granjerías, como su Señoría Ilma. Les es mandado, y en cumplimiento de ello se apearán de sus caballos en que venían, é se pasearon por el dicho sitio de Ciudad de una parte a otra, hollándola con sus pies é cortando con sus manos las ramas é yerbas que allí había é mandado a ciertos naturales limpiar el asiento de plaza, Iglesia, Casa de Cabildo é Audiencia é Cárcel é carnicerías todo en señal de verdadera posesión de Ciudad De Mechoacán, todo pacífica y quietamente sin haber ni parecer persona alguna que lo contradixiese ni perturbase…

Aunque la ciudad se cambió de lugar, los poderes civiles y eclesiásticos siguieron en Pátzcuaro, hasta poco después de la muerte de don Vasco en que se trasladaron a Valladolid el 25 de diciembre de 1575, cuando por Cédula Real pasaron el Ayuntamiento de Michoacán y la sede de Justicia, a Valladolid. Para 1580, el Obispo Juan de Medina Rincón trasladó la sede de la diócesis de Pátzcuaro y el Colegio de San Nicolás Obispo, que fuera fundado por Tata Vasco. La ciudad empezó a progresar aceleradamente, surgieron hermosos edificios civiles y eclesiásticos, como la Catedral en 1660 y el primer acueducto que dirigió, en 1657 don Lorenzo de Lecumberri.

Don Vasco de Quiroga, quien no estaba de acuerdo con lo sucedido, protestó ante el papa porque su autoridad de obispo había sido menoscabada, y en 1547, viajó hasta Europa para presentar una apelación ante la corte. Sin embargo nada pudo lograr, pues las circunstancias le fueron adversas al principio, y cuando ya creía haber conseguido su propósito, murió y quedó vacante su puesto durante cerca de dos años, cuando le sucedió don Antonio Morales de Molina, quien ya no continúo la tarea de Tata Vasco. En 1553, (otras fuentes mencionan el 19 de septiembre de 1537), las autoridades reales otorgaron un escudo a la ciudad, por Cédula Real.

Por tanto problema como había con la decisión de cuál sería la ciudad a pesar de las cédulas reales, durante el siglo XVI, la ciudad no creció mucho. Para 1580, tan solo había en ella diez casas de españoles, y los conventos de San Francisco y San Agustín. El obispo Quiroga dijo que en 1545, los habitantes eran 30, pero que de ellos la mitad se había ido a vivir a sus haciendas La traza corrió a cargo de don Antonio de Godoy y del alarife (arquitecto) Juan Ponce, quien con seiscientos pesos oro levantó las primeras casas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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