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El saká, la bebida sagrada. Tradición maya

El saká ha sido por siglos una bebida sagrada de los mayas, pues recordemos que el hombre fue creado a partir de la masa de maíz molido; con maíz amarillo y blanco los dioses formaron su cuerpo y nueve bebidas que le otorgarían fuerza y vigor. Así, hombre y maíz han formado un todo indivisible desde su aparición en la Tierra.

Para fabricar saká -vocablo que viene de la raíz maya sak que significa maíz-, los mayas utilizan el proceso de nixtamalización, consistente en hervir el maíz en agua de cal, sólo hasta la mitad de su cocimiento, y agregarle la sabrosa miel. Esta bebida tiene como función principal el de ser ofrececida a los dioses del monte, conocidos como los yumil k’axob, “soberanos de los montes boscosos”, durante los procesos de la medición de la milpa, la tumba, la siembra, el deshierbe y la recolección que llevan a cabo los campesinos mayas.

En la ceremonia dedicada a Chaac, Dios de la Lluvia, el saká se coloca en las ofrendas del altar, caanché, dedicadas a la divinidad, para que les conceda a los campesinos una buena cosecha de maíz. Una vez ofrecida la bebida al dios, todos la saborean durante tres días, lapso que dura la ceremonia.

En los rituales que se efectúan de abril a mayo, los mayas les piden a los dioses de los vientos encabezados por Ik, que les ayuden a lograr una buena cosecha. Se preparan alimentos sagrados y aparece el saká y el balché, otra bebida ceremonial que se prepara con corteza del árbol llamado balché, agua virgen y miel, porque el árbol simboliza la vida, la sabiduría y la inmortalidad. El balché, a la vez que purifica, produce estados de conciencia alterados.

En el pueblo maya de Polyuc, Quintana Roo, cuando el campesino realiza el brechado –abrir surcos para sembrar-, reza durante quince minutos al dios Chaac y  le ofrece saká. El mismo ritual se repite cuando la milpa está creciendo y cuando llega el momento de cosechar. Durante tales rituales, se rocía saká en la tierra, junto con tizne y carbón del horno donde se preparan los alimentos ceremoniales. Se debe tener cuidado de no pisar el saká, porque entonces se podría “agarrar el mal viento”.  Las mujeres nunca participan en los rituales  deben quedarse en la cocina, ya que si acuden a la milpa y pisan el saká, Chaac se enojaría, lo cual sería fatal para la cosecha y para las mujeres.

En otro pueblo maya del Municipio de Carrillo Puerto, también en Quintana Roo, para propiciar una buena  siembra los campesinos emplean cinco jicaritas llenas de saká. Mojan una hoja de planta en el líquido y bendicen los cuatro puntos cardinales. En el mes de agosto, cuando es el tiempo de medir el terreno, se hace una ofrenda de saká, que tiene como objetivo alejar a los animales peligrosos y matarlos. En este mismo mes, se lleva a cabo el brechado y se vuelve a ofrendar la sagrada bebida. La tumba se efectúa en octubre, noviembre, diciembre y enero, meses en los cuales se ofrenda el saká, a fin de que los campesinos estén protegidos de las picaduras venenosas, de las cuales las más frecuentes son las mordeduras de víbora. En marzo y abril tiene lugar la quema, cuando se llevan a cabo rezos y se ofrenda la misma bebida. Mayo y junio corresponden a los meses de siembra; se coloca la bebida en un determinado lugar de la milpa; transcurrida una hora se quita y se bebe. Para realizar el chapeo -limpiar la tierra de maleza- se ofrece saká para alejar a las víboras del monte. Llegada la cosecha en septiembre, se reza y se repite muchas veces el nombre del dios Chaac, al tiempo que aparece la bebida sagrada. Para la dobla de octubre y noviembre no se ofrece bebida alguna.

Esta ceremonia del maíz va acompañada de alimentos sagrados, consistentes en tortillas de maíz a las que se agrega saká, elaboradas de trece, diez o nueve capas superpuestas. Cada capa representa una nube. Una tortilla de capas de masa forma el noh-wah. La tortilla de hasta arriba lleva orificios hechos con el dedo que representan los ojos del dios Chaac. En cada hoyito se ponen tres gotitas de saká, que se ofrecen a los dioses de la naturaleza y que simbolizan las lágrimas del Dios de la Lluvia. Los pequeños orificios se tapan con masa de pepita de calabaza, planta cucurbitácea que crece junto al maíz en las milpas, lo cual connota al cielo nublado por su color parduzco. En el centro del noh-wah se dibuja con el dedo en bajorrelieve un crucifijo que se llena de saká y se tapa con masa de pepita.
El saká se emplea con fines rituales en otras celebraciones como la Semana Santa. A esta bebida se la conoce también como el Pozol Sagrado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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