El tejido indígena
Entre los siglos XV y XII a.C. cuando dio inicio la etapa cultural denominada Mesoamérica, en México se desarrollaron culturas indígenas poseedoras de un grado de civilización sumamente relevante. Entre sus variadas expresiones culturales destacaba, por su belleza y calidad, el arte de tejer. Esta actividad correspondía exclusivamente a las mujeres, quienes estaban encargadas de producir las telas con las cuales confeccionar las vestimentas que usaban los hombres de la comunidad durante el ejercicio de sus múltiples ocupaciones y, por supuesto, las que ellas mismas lucían en su vida diaria, en festividades religiosas y en ocasiones memorables, como el día en que contraían matrimonio.
Las mujeres tejedoras mexicas tenían una diosa particular llamada Tlazoltéotl, quien las había enseñado a tejer por medio de un instrumento que llamamos actualmente telar de cintura. Como materia prima utilizaban las fibras vegetales del agave y el algodón de colores, utilizado por las clases jerárquicamente superiores; es decir, por sacerdotes, nobles, guerreros y comerciantes. En cambio, los campesinos y artesanos menores debían conformarse con vestimentas en su mayor parte elaboradas con fibras.
Hoy en día, algunos de los grupos indígenas descendientes de aquéllas culturas mesoamericanas, continúan utilizando el telar de cintura para la producción de sus lienzos; y aún sigue siendo una tarea exclusiva del sexo femenino. En cambio, los hombres casi siempre son los encargados de tejer en el llamado telar de pedales -de origen hispano¬- los maravillosos gabanes, sarapes, y rebozos con que se cubre el pueblo mexicano.
La vestimenta indígena constituye uno de los rasgos culturales más importantes de los grupos étnicos, por medio de ella se distinguen unos grupos de otros, pues constituye un rasgo distintivo de identidad, en el que se entrelazan siglos de tradición y costumbres que caracterizan y diferencian a cada comunidad indígena. Ver a un indio o a una india vestidos con sus magníficos trajes, nos permite reconocer la etnia a la que pertenece, y saber si se trata de un tzotzil, una zapoteca del istmo o un mixe de la sierra, para mencionar algunos ejemplos. Asimismo, en ocasiones permite conocer el estatus que la persona ocupa en la comunidad.
A fin de aprender a tejer, las mujeres indígenas se adentran a este oficio desde muy temprana edad; así, cuando aún son niñitas, reciben la enseñanza en el seno familiar, en donde adquieren todos los conocimientos y experiencia acumulados por generaciones de mujeres tejedoras. Las niñas continúan la tradición hasta que son adultas y les llega el tiempo de convertirse en maestras de sus hijas a las que enseñan a plasmar en sus tejidos la simbólica cosmovisión de su cultura, pues es de todos conocido que los textiles indígenas constituyen verdaderos textos plenos de símbolos y alegorías, guardados por milenios y renovados por la dinámica propia de su existencia cultural.
En la elaboración de los textiles, las mujeres indígenas trabajan en los tiempos que les dejan libres sus obligaciones de madres, esposas y amas de casa; a menos, claro está, que se trate de tejedoras profesionales dedicadas solamente a esta labor. Así pues, cuando el tiempo es propicio, sacan sus hilos de lana o algodón coloreados con anilinas o tintes naturales, hilos que previamente han sido hilados en malacates, y proceden a tejer los lienzos que permitirán dar forma a sus huipiles, quechquemes, enredos, fajas, morrales, rebozos y muchas prendas más que componen su indumentaria cotidiana y festiva.
El telar de cintura
Muchas de las técnicas de tejido empleadas por las mujeres de la época anterior a la Conquista han sobrevivido hasta nuestros días, y siguen vigentes en los textiles de algunos grupos indígenas. Hilar y tejer continúanse haciendo en igual forma y casi con los mismos instrumentos, aun cuando hay algunos implementos que las mujeres de la actualidad han introducido para facilitar su trabajo. Sin embargo, el telar de cintura se ha mantenido en uso muy orgulloso de su nombre que se debe al hecho de que la tejedora lo amarra a su cintura por uno de sus extremos y, por el otro, lo ata a un árbol o poste. También se le suele llamar telar de otate, porque se elabora con esa clase de planta parecida al carrizo.
El telar de cintura está formado por dos varillas paralelas que se llaman enjulios, y que sirven para tender la urdimbre. Un enjulio queda cerca de la tejedora y del amarre de la cintura; el otro, se encuentra en el extremo que da al árbol o poste donde se ata. De uno a otro de los enjulios se tiende la urdimbre. Ya que se la puso, se separan los hilos pares de los impares, por medio de una varilla de paso. Al subir y bajar la vara de lizo, que permite fijar los hilos pares e impares y manipularlos, se forma la calada o hueco por donde pasan los hilos horizontales que forman la trama, y que están enrollados en un huso. Con el procedimiento de ir mezclando la trama con la urdimbre, se va formando el lienzo de la tela, cuyo largo depende de la tela que se quiera elaborar, y cuyo ancho está en relación a los brazos de la tejedora y a su comodidad para «lanzar» el huso. El hilo que contiene este último instrumento, se obtuvo agrupando hebras sueltas para formar un hilo continuo, por medio del malacate, que posibilite el proceso de tejer.
Los ligamentos
La manera cómo se entrelazan los hilos de la urdimbre y de la trama para formar la tela reciben el nombre de ligamentos. Los ligamentos más utilizados son el tafetán, el confetillo, la tapicería, la gasa, la sarga, la tela doble o negativo, o el tejido en curva y el brocado. El tafetán es la técnica más simple, pues consiste en cruzar un hilo, o varios, de la urdimbre con el hilo de la trama en forma alternada. El confetillo se hace dejando flojas algunas hileras de hilos de la trama, que luego se jalan con una espina de maguey para que quede un afelpado parecido al de las toallas de baño. La tapicería se obtiene empleando hilos de colores en la urdimbre, de manera que se formen dibujos al pasar los hilos de la trama, los cuales son iguales por las dos caras de la tela. Con el tejido de gasa se logra una tela fluida y casi transparente, similar al encaje. El tejido de sarga produce líneas diagonales, producto del pase de varios hilos de la trama sobre la urdimbre. La técnica de la tela doble permite lienzos con figuras de colores contrastantes en ambos lados de la tela, ya que por un lado la imagen es igual a su contraria, pero de diferente color. El tejido en curva es un ligamento muy interesante, ya que en determinado momento del proceso de tejido, se da vuelta a la tela, y los hilos de la urdimbre se convierten en hilos de la trama y viceversa. Finalmente, el brocado se forma con hilos que se adicionan o se agregan, independientes a los hilos de la trama, para ir formando los dibujos que se desean realizar. Como hilos independientes que son, se pueden quitar sin que la tela se maltrate o se desbarate. Es una técnica muy bella que muchas personas no avezadas en estos menesteres textiles suelen confundir con bordados hechos encima de la tela.
Sonia Iglesias y Cabrera